CiSa # 1002 (Destroying Angel #4)

La sangre insensata de mis ojos busca cruel y rauda una mejor alternativa que simplemente quedarse clavada en el inmenso cielo negro de tu boca. La desesperación no tiene paciencia cuando se trata de matar recuerdos. Descuartiza ideas por igual, sin dejar rastros evidentes. El daño está por dentro y desde entonces el silencio me acompaña y todas las noches estira lo pies en la cama, seduciendo al televisor a media luz. 

No hay tiempo de pensar demás. 

Los días extraños nunca acaban, ni se ocultan, ni se dejan atrás. No se venden ni se cambian por pulseras, ni anillos, ni relojes, ni collares. Los días se gastan o se malgastan entre letras y la gente que viene y va por las aceras, las calles, los buses, los edificios altos y las plazas. Al final todo queda vacío siempre. Como mis manos que alguna vez empuñaron tus manos. Hoy tan solo las tijeras vienen cortando el enredo de caricias invisibles que me gusta dibujar y volver a dibujar sobre el pecho plano y descolorido de la fotografía tuya que aún conservo. Pero no. No me imagine por favor. No me imagine a mí empuñando sus pupilas. Imagínese usted imaginando estas escenas en público mientras cae la lluvia. Corriendo mientras llora o llorando mientras corre, lejos, lejos… más y más lejos; lejos de usted y de mí y de vos y de ti. ALTO: Recuerde que sigue leyendo.

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